lunes, 30 de mayo de 2016
domingo, 29 de mayo de 2016
Vivir el domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo - Ciclo C
Lucas 9,11b-17:
En aquel tiempo, Jesús se puso a
hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la
tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a
las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí
estamos en descampado.» Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos
replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a
comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos
cincuenta.» Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y
los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los
partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente.
Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
HACER MEMORIA DE JESÚS (Lc 9, 11-17)
Al
narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones
cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro:
«Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el
evangelizador de los gentiles. Desde su origen, la Cena del Señor ha sido
celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su
presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje
y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos
significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde
dentro y en comunidad.
La escucha del Evangelio
Hacemos
memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su
mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el
recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos. Del
relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y
de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo
hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar,
sentir, amar y vivir como él.
La memoria de la Cena
Hacemos
memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: «Esto
es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la
muerte... Este es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de
vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo». En
este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del
misterio de nuestra salvación: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.
Ven, Señor Jesús». Nos sentimos salvados por Cristo, nuestro Señor.
La oración de Jesús
Antes
de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos
identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto
absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su
voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos,
perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.
La comunión con Jesús
Nos
acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida;
comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro
corazón y en nuestra vida: «Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos,
vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más
humano».
José Antonio Pagola
Vosotros (Vídeo)
Somos invitados a dar de comer, a repartir y compartir vida allí donde estemos,
con aquello que tengamos.
sábado, 28 de mayo de 2016
domingo, 22 de mayo de 2016
Vivir la Festividad de la Santísima Trinidad, ciclo C
JUAN 16, 12-15
Mucho me queda por deciros, pero no
podéis con ello por el momento. Cuando llegue él, el Espíritu de la verdad, os
irá guiando en la verdad toda, porque no hablará por su cuenta, sino que os
comunicará cada cosa que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo. Él
manifestará mi gloria, porque, para daros la interpretación, tomará de lo mío. Todo
lo que tiene el Padre es mío; por eso he dicho que toma de lo mío para daros la
interpretación.
ABRIRNOS AL MISTERIO DE
DIOS
A lo
largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse
al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las
relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la
Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.
Jesús,
sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a
sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir
fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por
el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
Antes
que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios
cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido.
Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su
compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos
comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.
Jesús
nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir
con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y
solidario. Jesús lo llama «reino de Dios» e invita a todos a entrar en ese
proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por
sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.
Al
mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: «No se
turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí». Él es el Hijo de
Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos
quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. Él nos enseñará a
vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.
Con
su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos
busquen «cumplir la voluntad del Padre». Esta es la herencia que quiere dejar
en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más
pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo
querido por el Padre.
Para
esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús:
«Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y
así seréis mis testigos». Este Espíritu es el amor de Dios, el aliento que
comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital
que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del
gran proyecto de la Trinidad santa.
José Antonio Pagola
Personas que inspiran (Vídeo)
En nuestro tiempo
ordinario, necesitamos ser conscientes de la cantidad de personas atrevidas,
con nuevas ideas, inspiradoras... que hay alrededor nuestro. Personas que le
ponen ganas y pasión. Así es Dios, esa fuente inagotable de Vida.
El Dios que nos
constituye, es nuestra fuente inagotable de inspiración, fuerza y vitalidad.
sábado, 21 de mayo de 2016
viernes, 20 de mayo de 2016
domingo, 15 de mayo de 2016
Vivir el domingo de Pentecostés, ciclo C
JUAN 20, 19-23
Ya anochecido, aquel día primero de la semana,
estando atrancadas las puertas del sitio donde estaban los discípulos, por
miedo a los dirigentes judíos, llegó Jesús, haciéndose presente en el centro, y
les dijo: - Paz con vosotros. Y dicho esto, les mostró las manos y el costado.
Los discípulos sintieron la alegría de ver al Señor. Les dijo de nuevo: - Paz
con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a
vosotros. Y dicho esto sopló y les dijo: - Recibid Espíritu Santo. A quienes
dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los
imputéis, les quedarán imputados.
INVOCACIÓN
Ven,
Espíritu Creador, e infunde en nosotros la fuerza y el aliento de Jesús. Sin tu
impulso y tu gracia, no acertaremos a creer en él; no nos atreveremos a seguir
sus pasos; la Iglesia
no se renovará; nuestra esperanza se apagará. ¡Ven y contágianos el aliento
vital de Jesús!
Ven,
Espíritu Santo, y recuérdanos las palabras buenas que decía Jesús. Sin tu luz y
tu testimonio sobre él, iremos olvidando el rostro bueno de Dios; el Evangelio
se convertirá en letra muerta; la
Iglesia no podrá anunciar ninguna noticia buena. ¡Ven y
enséñanos a escuchar solo a Jesús!
Ven,
Espíritu de la Verdad ,
y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu guía, nunca nos liberaremos
de nuestros errores y mentiras; nada nuevo y verdadero nacerá entre nosotros;
seremos como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. ¡Ven y conviértenos en
discípulos y testigos de Jesús!
Ven,
Espíritu del Padre, y enséñanos a gritar a Dios «Abba» como lo hacía Jesús. Sin
tu calor y tu alegría, viviremos como huérfanos que han perdido a su Padre;
invocaremos a Dios con los labios, pero no con el corazón; nuestras plegarias
serán palabras vacías. ¡Ven y enséñanos a orar con las palabras y el corazón de
Jesús!
Ven,
Espíritu Bueno, y conviértenos al proyecto del «reino de Dios» inaugurado por
Jesús. Sin tu fuerza renovadora, nadie convertirá nuestro corazón cansado; no
tendremos audacia para construir un mundo más humano, según los deseos de Dios;
en tu Iglesia los últimos nunca serán los primeros; y nosotros seguiremos
adormecidos en nuestra religión burguesa. ¡Ven y haznos colaboradores del
proyecto de Jesús!
Ven,
Espíritu de Amor, y enséñanos a amarnos unos a otros con el amor con que Jesús
amaba. Sin tu presencia viva entre nosotros, la comunión de la Iglesia se resquebrajará;
la jerarquía y el pueblo se irán distanciando siempre más; crecerán las
divisiones, se apagará el diálogo y aumentará la intolerancia. ¡Ven y aviva en
nuestro corazón y nuestras manos el amor fraterno que nos hace parecernos a
Jesús!
Ven,
Espíritu Liberador, y recuérdanos que para ser libres nos liberó Cristo y no
para dejarnos oprimir de nuevo por la esclavitud. Sin tu fuerza y tu verdad,
nuestro seguimiento gozoso a Jesús se convertirá en moral de esclavos; no
conoceremos el amor que da vida, sino nuestros egoísmos que la matan; se
apagará en nosotros la libertad que hace crecer a los hijos e hijas de Dios y
seremos, una y otra vez, víctimas de miedos, cobardías y fanatismos. ¡Ven,
Espíritu Santo, y contágianos la libertad de Jesús!
José Antonio Pagola
jueves, 12 de mayo de 2016
domingo, 8 de mayo de 2016
Vivir el domingo de la Ascensión del Señor - Ciclo C
Lucas 24,46-53:
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de
entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el
perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros
sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros
quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.» Después
los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los
bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante
él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo
bendiciendo a Dios.
CRECIMIENTO
Y CREATIVIDAD
Los evangelios nos ofrecen diversas claves para entender
cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades cristianas sin
la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal vez, no fue todo tan
sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron y vivieron su relación
con él, una vez desaparecido de la tierra?
Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo. Termina
su evangelio con una escena de despedida en una montaña de Galilea en la que
Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo». Los discípulos no han de sentir su ausencia.
Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?
Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su
evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia el cielo». Los discípulos
tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el
misterio de Dios. Pero sube al Padre «bendiciendo» a los suyos. Sus seguidores
comienzan su andadura protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba
a los enfermos, perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.
El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que
proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Yo me voy al
Padre y vosotros estáis tristes... Sin embargo, os conviene que yo me vaya para
que recibáis el Espíritu Santo». La tristeza de los discípulos es explicable.
Desean la seguridad que les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la
tentación de vivir de manera infantil bajo la protección del Maestro.
La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su
ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta de su
Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento responsable y
adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos en que parece crecer
entre nosotros el miedo a la creatividad, la tentación del inmovilismo o la
nostalgia por un cristianismo pensado para otros tiempos y otra cultura.
Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la
historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera infantil. La
fiesta de la Ascensión
del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos
«el tiempo del Espíritu», tiempo de creatividad y de crecimiento responsable.
El Espíritu no proporciona a los seguidores de Jesús
«recetas eternas». Nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos
para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de
Jesús.
José Antonio Pagola
Fieles a la tierra (Vídeo)
Los cristianos hemos sido acusados de
haber puesto los ojos en el cielo y habernos olvidado de la tierra. No es
esperanza cristiana la postura que conduce a desentendernos de los problemas
del presente y despreocuparnos de los sufrimientos de este mundo. Precisamente,
porque cree y espera un mundo nuevo y definitivo, el creyente no puede tolerar
ni conformarse con una sociedad llena de odios, lágrimas, sangre, injusticia,
mentira y violencia. Quien no trabaja por liberar al hombre del sufrimiento, no
cree en un mundo nuevo y feliz. La esperanza cristiana nos pide ser fieles a la
tierra.
viernes, 6 de mayo de 2016
miércoles, 4 de mayo de 2016
domingo, 1 de mayo de 2016
Vivir el 6º domingo de Pascua, ciclo C
JUAN 14, 23-29
Jesús le contestó: - Uno que me ama
cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y nos quedaremos
a vivir con él. El que no me ama no cumple mis palabras; y el mensaje que
estáis oyendo no es tanto mío, como del Padre que me envió. Os dejo dichas
estas cosas mientras estoy con vosotros. Ese valedor, el Espíritu Santo, que
enviará el Padre por mi medio, él os lo irá enseñando todo, recordándoos todo
lo que yo os he expuesto. «Paz» es mi despedida; paz os deseo, la mía, pero yo
no me despido como se despide todo el mundo. No estéis intranquilos ni tengáis
miedo; habéis oído lo que os dije: que me marcho para volver con vosotros. Si
me amarais, os alegraríais de que vaya con el Padre, porque el Padre es más que
yo. Os lo dejo dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda
lleguéis a creer.
En
el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se
va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman «El Discurso de
despedida». En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen
miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a
pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.
Hasta
cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los
defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo
llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica
mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os
lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu
será la memoria viva de Jesús.
El
horizonte que ofrece a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran
movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por
el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá
enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de Galilea.
Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.
Jesús
desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y
Defensor de su comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No
solo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu,
recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.
No
es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da
el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la
mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de
reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
En
estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia , sería un grave
error pretender defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el
Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el
cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del
camino trazado por él.
Cuando
en la Iglesia
se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve
cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es
posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su
verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados y
dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús.
José Antonio Pagola
Si me amas (Vídeo)
El Espíritu de Jesús nos
enseña a vivir como testigos del Amor.
Es la Pascua sin fin.
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